Embrujo
Me embrujaron sus ojos, tan claros, tan abiertos, tan llenos de magia.
Me embrujaron sus caricias, sus sonrisas llenas de la luminosidad de amaneceres constantes... porque salía el sol cada vez que me regalaba una de ellas.
Me embrujó su voz anudada a la mía en las subidas y bajadas de aquella canción mientras viajábamos por los graves y agudos en aquel dúo sobre el sonido de la guitarra.
Me embrujaban sus risas cantarinas, sus cosillas "canarionas" y el modo encantador que tenía de quitarle el hierro al asunto cada vez que se metía conmigo... o cómo hacía pucheros cuando me tomaba la revancha.
En la ambiguedad del embrujo de sus ojos y sus maneras se envuelven los días con una luminosidad más cálida de lo habitual.
De resto... sólo saben el destino... y ella.